No fue la primera vez que estuve allí, pero por esas cosas de la vida, durante esta corta visita miré a esta histórica ciudad con otros ojos, con otros cristales, y tal vez un poco asustada y casi avergonzada de los paisajes asuncenos, cada vez más dominados por sus destrozadas calles, sus baches y sus basuras, pude apreciar a cabalidad el encanto de un territorio con casas señoriales y calles adoquinadas, ordenadas, y sin ningún edificio que pueda tapar la luz del sol.
La antigua Villarreal de Concepción, fundada en la época colonial, en el año 1773, mantiene hasta hoy la belleza de las construcciones arquitectónicas de finales del siglo XVIII, del siglo XIX y principios del siglo XX, casas saludables, con salones aireados con sus grandes balcones y ventanales, plenos de luz. Sin embargo, en ciertos momentos se tiene la impresión de estar en una ciudad sitiada, con la visible presencia de hombres vestidos de militar en los lugares públicos, aun así, se respira un aire sano, agradable, con las brisas del río Paraguay y el agua que fluye sin parar, con ese rítmico movimiento propio de la vida misma. Esa vida que los concepcioneros deben apreciar y cuidar, junto con tantos dolores sufridos con los repetidos secuestros.
La realidad muestra que no todo es paraíso, ciertamente en una visita a la galería de hombres y mujeres ilustres, en el salón que fuera de la residencia de la Sra. Julia Miranda Cueto, pudimos contemplar el retrato de un hombre con rostro calmado, la mirada profunda y el semblante inconfundible de persona decente, el señor Oscar Denis, y al instante no pudimos dejar de recordar a Edelio, al señor Urbieta y todas las demás personas de bien que han sido atrapadas como víctimas de la violencia del autodenominado EPP, y cuyo destino permanece aún oculto. Es el reflejo del rostro amargo de la ciudad amenazando opacar su belleza, y explicando la presencia de tantos militares armados que producen una sensación de asombro, impotencia y tristeza.
Como cualquier lugar, seguramente tiene sus problemas, tal vez pudiera también haber disconformidades y quejas, pero en general, se siente, se vive la protección del medioambiente y la dignidad de su ciudadanía. Y así, aun con sus tragedias y contradicciones, Concepción está erguida, una ciudad con historia, donde pudimos tocar con nuestras manos la planta de una palmera, cultivada por las propias manos del Mariscal Estigarribia, quien desde el fragor de sus combates, la trajo del Chaco a su hogar, y que hoy la tenemos crecida en su normal altura, recordando la fuerza de un guerrero con sensibilidad hacia lo que nos provee la madre naturaleza.
Caminando por sus calles se siente el cuidado de este lugar del norte, el cariño y la prolijidad de la gente que lo habita, se percibe el afán de protección del medioambiente, asegurado por medidas de prevención de los servicios públicos que hacen que la ciudad se vea limpia y saludable, se respira limpieza, un aire de dignidad y cierta espiritualidad en el ambiente. Concepción, llamada ciudad de la libertad, es en realidad, muy especial.
Vale la pena reflexionar sobre la sensación de tranquilidad y bienestar que se siente ante una ciudad limpia, ordenada, con calles adoquinadas, sin raudales, bien iluminada al anochecer, donde se respira un ambiente saludable que por cierto no se debe a la casualidad. Allí se puede ver el trabajo responsable de la ciudadanía y las autoridades municipales, se puede ver un trabajo conjunto de prolijidad en el manejo del bien común y de un amor al territorio, ofreciendo un ambiente cálido, digno de todo ser humano. Hay mucho que aprender de la bella ciudad de Concepción y de los ciudadanos concepcioneros, y ojalá que ninguna iniciativa llamada “progreso” la destruya.
Escrita por Esther Prieto, Jurista, especialista en Derechos Humanos por la Universidad de Estraburgo, Francia
Publicado por El nacional